Ya tengo un año más. No estoy nada agobiada porque a mí siempre me ha parecido una conquista los días de los cumpleaños, los de todas las personas que amo, pero en especial los míos. Una conquista llegar, y llegar bien.
Recuerdo algunos de esos días de manera
especial. Siempre hay frases de alguien muy importante a tu alrededor
que grava en los momentos el sentido, el amor, la gracia y los ojos
con los que te va recordando...”.felicidades...ya van 15, la edad
de la niña bonita.....hoy 18, mayoría de edad.......vaya ya han
caído los 22, los dos patitos”....y así entre números y regalos
se van forjando los mimbres de una historia maravillosa, la historia
propia.
También aparecen los entusiastas,
compañeros de muchos años que tienen la ocurrencia de verte siempre
joven, echa una cría dicen, y te transmiten ese punto de alegría
inocente que te compara con ellos, siempre más viejos claro,
mientras cierran la puerta a la consciencia de la artrosis y de las
arrugas.
Luego están las llamadas de
teléfono. Me encanta el sonido del...”chica que pareces una
ministra hoy....que llevo toda la mañana detrás de ti”, y así
una y otra vez. Esa sensación de saberte querida, protagonista del
día, charlar rato largo con una amiga con la que no hablas desde
hace meses, no por nada, sin más la vida, y colgar con la impresión
de que la sigues queriendo tanto como cuando eras niña.
Y los regalos. Siempre un detalle de
alguien que no esperas, la mentirijilla de hacerte la sorprendida
cuando ya lo has pillado todo hace tiempo....el paquete que vas
abriendo mientras tu hija convertida en chiquita otra vez no te dice
te quiero pero se le escapa el corazón mientras te mira.
Lo más de lo más la llamada
primera. La de ama. Una voz entrecortada que recita el poema del ADN
familiar, entre poemas y cantares, entre rocíos y felicidades, y yo
balbuceando con ella...terminando al unísono el rato de emoción
más esperado.
Hoy tengo un año más y es un día
más difícil. Mi hermana, amiga y compañera durante esos 54 años
anteriores no me ha felicitado . Su no presencia es el dolor en
estado salvaje, una herida profunda y un abismo que no acaba. Aun así
me dirige un barco de vela, el que se arrima a los puertos que me aún
me quedan, el que navega contra vientos y supera la soledad en la
tormenta.
Felicidades en estos 55 geniales
años. Una verdadera conquista.
Para mí misma, en este 17 de diciembre de
2013.
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