jueves, 14 de marzo de 2013

AÚN NO TIENES BOLAS CHINAS??

Como que me está costando esta temporada enhebrar los hilos del cuidado. Es por esta costumbre que tiene la vida de presentarse llena de complejas situaciones, de esas que desmontan la construcción del equilibrio.
A veces parece que el cuerpo no puede y entonces la mente le pega un salto de gigante que le empuja hacia delante. Luego se cambian de lugar y es él, cada vez más cansado y deteriorado el que echa a correr dejando atrás todo el desencanto de ese paso del tiempo, el que nos va poniendo viejos, como dice nuestra canción.
Y una vez que nos acostumbramos a poder parece como si en lugar de ir viviendo junto con el paso de los días, nos colocáramos frente a ellos, a los días, a cada día, esperando el acontecimiento y yo y tú allí, enfrente, preparándonos para la batalla, ese encontronazo de fuerzas en el que no podemos perder.
En este ir y venir del mal tiempo a la buena cara y en este rito de usar habilidades insospechadas para doblar rápido la esquina y que no te atrape lo que viene cual tsunami vital, me fijo en un fenómeno sociológico que me tiene admirada. Se llama “ el viajero fisgón”. Lo mismo me manda 8 días de circuito por Turquía, que en Semana Santa 2 noches a Córdoba o ahora mismo una escapadita de ensueño a Valencia para descubrir una ciudad moderna y cosmopolita en un hotel de diseño e interiorismo vanguardista.
Tengo que confesar que me alegra bastante y con esa mezcla de envidia sana y perversa, voy fisgoneando yo por todo el mundo impactada en las playas de arena y el bullicio de las grandes capitales europeas. Luego elijo destino como si no existieran las no pagas extras y el ajuste de cinturones que se ha convertido en los últimos tiempos en el deporte nacional.
Y cuando se me pone muy feo esto de cuidar o la cara desagradable de este mundo avisa de lo que vendrá, no dejo de soñarme por las nubes llegando pronto a los destinos del fisgón mundial este.
Y ya el colmo de la carcajada me viene cuando miro el mensaje de la juguetería erótica, que también le tengo de amiga y me hace la rocambolesca pregunta: “Aún no tienes bolas chinas?”
Si me da por reir, acabaré destornillandome.

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