viernes, 18 de octubre de 2013

A FAGOR EN EL CORAZÓN

Desde aquel momento  en el  que los cinco compañeros de la escuela politécnica crearon en un pequeño taller de Vitoria- Gasteiz lo que en un principio se llamó Ulgor hasta hoy, han pasado muchas cosas. Sobretodo años. Después de  un tiempo, le conocimos como Fagor, y se fue convirtiendo en punta de lanza del querido movimiento cooperativo del Alto Deba, una unión de olas con nombre de innovación, diferentes relaciones laborales, internacionalización y otras más, que iban conformando el mar de algo grande, que daba trabajo a la gente y un nivel adquisitivo elevado. Una buena calidad de vida en un marco laboral inteligente que rompía con moldes del pasado.
Recuerdo aquella época con nostalgia. Yo salí de Oñati a estudiar a una Universidad madrileña gracias a la beca salario, que nos permitió a una familia humilde sin guión establecido para la formación superior, dar rienda suelta a las ansias de conocimiento de su hija pequeña.
Mi hermana mayor ya estaba a punto de convertirse en cooperativista y a día de hoy mantiene el orgullo de ser partícipe de una experiencia que ha reportado riqueza y bonanza de muchos tipos. Muchos de mis amigos entraron en aquel tiempo en las cooperativas de la zona. Hoy siguen trabajando y viviendo allí.
En el Madrid de mis tiempos de estudiante me gustaba mucho explicar el movimiento cooperativo de Mondragón. Creo que de toda la península ibérica  mucha gente se llevó la explicación pertitente de aquella chiquilla de 20 años, que iba a ser psicóloga pero que defendía con pasión desde el consejo rector al sistema de índice de uno a tres en los salarios de unas fábricas ( decía yo entonces) que había en su pueblo en donde trabajaban casi todos los chicos y  más de una chica de su cuadrilla.
Recuerdo que yo nunca tenía dinero. Al volver a casa en vacaciones, las estudiantes ( la mayoría éramos chicas) andábamos a dos velas, mientras que a los amigos nunca les faltaba unos billetes en el bolsillo para invitar. A mí me daban mucha envidia.
Muchos años después Fagor está en la palestra y es protagonista no por sus beneficios, a los que nos acostumbró durante muchos años, sino por sus problemas. Cientos de trabajadores y trabajadoras asustadas por el futuro. El cierre inminente, el peligro de una reacción en cascada que pueda afectar a más empresas y la situación general de crisis que pone en peligro la solidaridad. Algo que en otros momentos se ha activado de manera rápida y eficaz.
Tengo el convencimiento de que el mar cooperativista puede hacerse cargo también ahora de esta situación. Me preocupan los daños colaterales que se prevén. Gente  joven que lleva un tiempo de recorrido laboral y  que van a verse en la calle para dejar sitio a un cooperativista a quien hay que recolocar. O el enfado de quienes trabajan también en el ámbito privado y no reciben ninguna ayuda pública, ni tienen el peso social ni la presión mediática aunque llevan años soportando solos una crisis que les ahoga.
A pesar de lo negro que se ha puesto el cielo, estoy convencida que esta tormenta va a pasar....y espero que no se olviden los fundamentos de aquellos pioneros y de tantas mujeres y hombres que con su esfuerzo han ido levantando un modelo bueno. Si de paso, algunas voces apasionadas se dejan la piel en cualquier plaza de cualquier geografía, o en cualquier salón de actos de cualquier universidad.....mejor que mejor.
Y como siempre, un abrazo de esta txantxiku adoptada en Gasteiz.

                                            Izaskun Moyua Pinillos, 18 de noviembre de 2013

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